¿Cuál es la diferencia entre dar un sermón y un estudio bíblico?



Si bien en un sermón tanto como en un estudio bíblico lo que se expone es la Biblia, tiene que haber una diferencia entre ambos, pues no son lo mismo. Saber esta diferencia es fundamental para los pastores o maestros bíblicos, de lo contrario se entorpecería lo que es en sí un estudio bíblico, o se violentaría los que es la parte central del culto de adoración que es el sermón de la Palabra. ¿Acaso no saber esta diferencia dañaría a la congregación? Algunos piensan que no hay forma de dañar a la congregación si se les da la Palabra de Dios de una u otra forma. Pero yo les recordaría a los tales que no serviríamos en la mesa a nuestros hijos el postre como comida principal (por más nutritivo que sea) , y la comida principal como postre. Veamos a continuación algunas diferencia mínimas para no confundir los sermones con los estudios bíblicos, y de esta forma alimentar a nuestra congregación de manera apropiada.

 EL SERMÓN ES LA PARTE CENTRAL DEL CULTO DE ADORACIÓN

 Alguien dijo una vez que podríamos prescindir de todas las reuniones de la iglesia a excepción del culto de adoración dominical (para seguir siendo iglesia). Por lo tanto no podemos prescindir del sermón o predicación del culto principal de la iglesia. Si bien el sermón tanto como el estudio bíblico «explican» las Escrituras hay cuatro diferencias fundamentales a notar. Sería como las cuatro patas de una mesa, necesitarás estos cuatro pilares para sostener una predicación para que esta no caiga en la categoría de estudio bíblico.

 1) El sermón es una porción de la Escritura que se transforma en una «carta urgente» para la iglesia local 

La diferencia entre un sermón y un estudio bíblico es la diferencia que habría entre una carta de intimación judicial y el manual de funcionamiento de tu horno a microondas, por así decirlo. Si un cartero trae una carta legal ante nuestra puerta es porque se espera algo de acción por parte de nosotros, algún tipo de trámite ante los tribunales de justicia. Es decir, una carta urgente espera una reacción urgente. En cambio el manual de funcionamiento de un horno a microondas es meramente descriptivo, lo puedes leer tranquilamente en cualquier momento del día (si es que quieres comer una comida decentemente caliente). No hay urgencia. A menudo escucho sermones (por las redes sociales o al visitar otras congregaciones) que solo describen el pasaje bíblico, lo explican cuidadosamente, pero carecen de una exhortación para el auditorio, o su exhortación para los oyentes es demasiado pobre como para que estos se den cuenta de la urgencia de sus almas y de su necesidad de Cristo. El sermón no debe llegar a la mente, sino que también debe llegar al corazón del oyente; lo debe movilizar y no solo instruir. El sermón es más como la espada que nos muestra Hebreos 4:12 «que parte para el alma» para discernir las intenciones de los corazones. En cambio, el estudio bíblico es más como usar una cuchara para alimentar.

 2) El sermón se proclama, el estudio bíblico se comenta

Es de poca ayuda para la congregación que alguien que debería proclamar un mensaje específico como un heraldo del gran Rey, haga simplemente «comentarios didácticos» acerca de lo que este Rey dice. Si bien el sermón puede ir versículo a versículo en el pasaje elegido por el predicador, no son solo comentarios exegéticos de versículos lo que se espera. Dar un sermón es más que el mero hecho de explicar cada versículo, sino que cada versículo en su explicación refuerza un tema principal. El tema principal del sermón emerge del pasaje elegido como el coro es preponderante en las estrofas de un himno. Si el predicador no tiene en mente la idea principal de su sermón (que el Señor le entrega en sus manos como carta urgente) la congregación no recordará de qué habló o no se sentirá afectada espiritualmente. En el sermón hay un mensaje definido a proclamar con energía. Como decía C. H. Spurgeon, el sermón no solo debe ser luz (instrucción), sino también calor (apunta al alma). No me refiero a caer en sobreactuaciones ridículas imitando algo que no somos, sino que de acuerdo a nuestra personalidad daremos un viraje en nuestro tono de voz y actitud sabiendo que nuestro sermón no debe ser dado como «una charla de café», sino que es la proclamación solemne del evangelio que convierte a los incrédulos y a la vez edifica a la iglesia en santidad.

 3) El sermón debe contextualizar… ¡siempre!

Alguien dijo que «nos has predicado si no has aplicado«. Buscar ilustraciones de nuestro sermón y aplicarlas al contexto congregacional que tenemos delante es una de las tareas más difíciles en la preparación de bosquejos. El predicador que simplemente «desarrolla ideas bíblicas, pero sin aplicación» es como aquel que infla globos con helio, pero sin atarles un cordón para llevarlos. La congregación verá cómo los coloridos globos de nuestras ideas se elevan al cielo para nunca más regresar. Es mejor asegurar un par de globos con hilos y ponerlos en las manos de los oyentes que tirar mil globos al cielo, es decir, generar ideas bíblicas sin ninguna aplicación. Esto nos recuerda la importancia contextualizar el sermón por medio de ejemplos que la congregación pueda recordar posteriormente. Estos ejemplos e ilustraciones conecta la teología con su diario vivir. Solo nosotros conocemos la congregación que tenemos delante, sus luchas, sus pecados, sus victorias. El mejor predicador del mundo no conectará con la congregación como nosotros lo hacemos. Las ilustraciones sabias y bien seleccionadas afirman el tema del sermón, pero las ilustraciones simplistas y obvias hará que la Palabra no se fije en la mente de los oyentes. Cristo era un maestro de la ilustración y la contextualización, imitémoslo.

 4) El sermón debe apuntar a glorificar a Cristo

 Por supuesto que los estudios bíblicos también están centrados en Cristo, pero muchas veces pueden abarcar muchos detalles que no necesariamente hacen ese énfasis. Ahora, es imperdonable que no se vea a Cristo en el centro del sermón. No hablo de forzar los pasajes para que apunten a Cristo, sino de encontrar su conexión natural con Jesús y su plan redentor. Esa era la misión de Pablo con los Corintios (1 Co. 2:1-5), y debe ser nuestra misión con la iglesia. Si nuestro mensaje no conecta con Cristo, solo será una exhortación moralista (debemos hacer esto, dejemos de hacer aquello, etc.). Un entendimiento de la Gracia nos llevará a centrar nuestros mensaje en Cristo. La denuncia del pecado nos empequeñece, y la gracia magnifica a Cristo. Uno debe salir del culto principal no solamente con un «cúmulo de conocimientos», sino pequeño, humilde, y con un Cristo mas grande y glorioso, del cual nos maravillamos y al cual alabamos.

 En resumen:

Si das estudios bíblicos en lugar de predicar un sermón (en el culto principal) la gente se irá a su casa pensando que sabe un poco más. Pero cuando predicas lo que un sermón requiere, la gente se irá humillada a su casa pensando en sus autolimitaciones, pero alabando a Dios por su don inefable (2 Cor. 9:15) y ¡reconociendo lo mucho que necesitan del glorioso Jesús! Cada domingo tenemos la oportunidad de recibir una carta urgente desde las manos de Jesús y entregarla fielmente a una congregación ansiosa de noticias acerca de Su persona. No fallemos en esta solemne tarea.

 Pastor Alejandro Riff

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