¿Qué es el «protoevangelio»?




Protoevangelio es un término derivado del griego que tiene relación con el evangelio de Jesucristo, donde el prefijo proto significa: primero o primitivo, y evangelio: “buena nueva”. Básicamente es la primer promesa de salvación (buena nueva) que recibe el ser humano luego de su caída en el jardín del Edén. Es el primer vislumbre del evangelio encapsulado en un breve texto del primer libro de la Biblia: “Y enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; esta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar.” (Génesis 3:15 – RV1909[1]). 

A primera vista, esta frase no parecería ser portadora de buenas noticias a un ser humano que, humillado y avergonzado por su pecado, se escondía de Dios detrás de unos arbustos. Mucho menos alentador sería el hecho que la frase va dirigida a la serpiente, o mejor dicho a quién está detrás de ella, Satanás. Así que esta declaración de parte de Dios llega a Adán y Eva de forma indirecta, siendo testigos del juicio de Dios sobre la serpiente y el Tentador. Más extraño aun es que de todo el versículo solo una frase es la portadora de esperanza: “la simiente suya (de la mujer) te herirá en la cabeza”. ¡Qué extraño misterio encierra lo que la teología denomima “protoevangelio”! Lo cual genera muchas preguntas, tales como: ¿Cuáles son sus implicancias en el plan redentor de Dios? ¿Qué relación tiene con Jesucristo? ¿Qué acerca del fin de Satanás? Todo esto lo desarrollaremos en este escrito. Como diría el apóstol Pablo: “y de aclarar a todos cuál sea la dispensación del misterio escondido desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas por Jesucristo.” (Efesios 3:9 RV-SBT[2]) 

 I – El pacto de obras y la caída 

El acuerdo de Dios hecho con Adán incluía ciertas condiciones de obediencia para mantenerse en el goce de sus favores. Debía labrar el jardín del Edén, cuidando de este hermoso lugar y sirviéndose del fruto del cualquier árbol del mismo (Génesis 2:16). La única condición era no comer del “árbol del conocimiento del bien y del mal” so pena de muerte (Génesis 2:17). Este mandamiento recibió Adán antes que Dios le creara a su compañera, Eva. Era de esperar que el hombre transmitiera a su amada este “pacto de obras” (como se lo denomina en la teología reformada) con toda precisión y con sus advertencias de castigo, tal como lo dio Dios. Si bien el término “pacto de obras” no figura explícitamente en la Biblia, sí se menciona que Adán “traspasó los términos de este pacto” al pecar (Oseas 6:7). Como dijo el Dr. R. C. Sproul en uno de sus libros: “Esto significa que los términos del pacto se basan directamente en nuestro comportamiento, ya sea que obedezcamos o desobedezcamos a Dios.[3]” Si bien este pacto de obras pareciera que se resume a este simple mandamiento de obediencia dado a nuestros primeros padres, se entiende también que la Ley de Dios dada Moisés es una revelación más completa y amplia de este pacto. Lamentablemente este sencillo mandamiento dado a Adán y Eva no paso mucho tiempo en ser quebrantado. Adán y Eva cayeron en pecado y por consecuencia toda la humanidad con ellos. Se dice que “este pacto de la creación no fue hecho solo con Adán y Eva, sino con ellos y todos sus descendientes.[4]” No podemos dejar de mencionar que a pesar que el hombre quebrantó este “pacto de obras” ocasionando su caída, esto de ninguna manera sorprendió a Dios, ya que Él sabía que esto sucedería. Desde antes de la creación del mundo, Dios ya había preparado al Cordero que sería inmolado (Apocalipsis 13:8). La misma Trinidad planeó desde la eternidad redimir al hombre previendo que caería luego de ser creado. A esto se lo conoce como el “pacto de redención”. Por eso la revelación del protoevangelio es la manifestación de la gracia de Dios anticipada por el pacto de redención, que traería solución al pecado del hombre. El estado del hombre antes y luego de pecar No podemos atribuirle a Dios las fallas del pecado de Adán. Dios lo creó “a su imagen” (Genésis 1:26) en lo que respecta a lo espiritual. Si bien no le comunicaría todos sus atributos que le son propios (omnipotencia, omnisciencia, onmipresencia, etc.), sí le daría una atributo comunicable como ser su santidad. Adán indudablemente era santo y tenía un libre albedrío intacto, no inclinado al mal. Todo lo que Dios creo fue “bueno en gran manera” desde el primer día de la creación hasta el sexto (lo que incluye al hombre). Adán era perfecto delante de Dios. Tanto Adán y Eva vivían en un estado de inocencia. No tenían conocimiento del mal, ni necesitaban tenerlo. De alguna manera suponemos que comprendían qué era “la muerte”, ya que Dios no daría la advertencia de este castigo sin que el hombre llegara a tener un entendimiento previo de ella. El estado del hombre antes de la caída era un estado feliz en comunión con su Creador, libres del pecado y de cualquier decadencia. La presencia del árbol de la vida, “así llamado por su carácter simbólico como señal y sello de la vida inmortal[5]”, era una muestra de este estado continuo del goce con Dios. Pero al comer del fruto prohibido, Adán y Eva desobedecieron a Dios y todo cambió. El castigo de la muerte espiritual fue instantáneo y quedaron separados de Dios; conscientes de la culpa de su pecado se escondían de su presencia (Génesis 3:7-10). ¿Hombre, donde estás tú? Fue la pregunta de Dios para revelar el nuevo estado en que se encontraba el hombre, ¡el estado de pecado! La muerte espiritual y la física son consecuencias del pecado. El libre albedrío del hombre quedó inclinado al mal; no busca a Dios ni quiere lo bueno y justo (Romanos 3:10-11).

 II – La lucha entre las dos simientes

El texto del protoevangelio nos revela el comienzo de una enemistad que en primera instancia (por el hecho de la caída) es entre “la mujer y la serpiente”, o mejor dicho, entre la humanidad representada en Eva y Satanás, constituido ahora en enemigo de la humanidad. Pero inmediatamente se aclara que la trascendencia de esto sería entre dos simientes, la de la serpiente y la de la mujer. La simiente de la serpiente A diferencia de la descendencia de la mujer (que es literal) la descendencia de la serpiente debe ser entendida como algo simbólico. Satanás hirió a la humanidad desde el inicio, tentando y haciendo caer al hombre, constituyéndose enemigo de la los hombres y procurando su destrucción y corrupción. Puede entenderse como una de la acepciones de “calcañar/talón” (aunque no es toda la interpretación) a la descendencia humana que sería herida espiritualmente por la serpiente. Es decir, la herida espiritual por el pecado, produciendo una humanidad identificada con Satanás antes que con su Creador. Jesús le dijo a los judíos incrédulos que eran “hijos del Diablo” (Juan 8:44), ya que querían cumplir el homicida propósito de su “padre espiritual”. La Biblia muestra a Satanás como “homicida desde el principio”, y la humidad caída también lo fue; el primer hijo de Adán y Eva fue Caín, homicida de su hermano Abel. El hombre en su estado natural de pecado es enemigo de Dios (Romanos 5:10 a.). Está, por decirlo de alguna forma, “alineado” con el enemigo de Dios. El veneno del pecado corre por sus venas espirituales; veneno que fue pasando a los hombres de generación en generación (Romanos 5:12) durante toda la historia. Si Dios no hubiera ideado un plan de recate, ¡toda la humanidad se hubiera perdido gracias a “la mordida” de Satanás! La simiente de la mujer La simiente de la mujer puede interpretarse literalmente en tres fases: “La simiente de la mujer fue Caín, luego toda la humanidad, y por último Cristo y aquellos que colectivamente están en él.[6]” Ahora, interpretando en “singular”, Aquel que aplastaría la cabeza de la serpiente sería Cristo. Esto se revela dentro de lo que se conoce como “el pacto de gracia”. El pacto de gracia es un pacto que hace Dios con su pueblo escogido desde la eternidad de que saldría el Mesías que salvaría al mismo de sus pecados (Mateo 1:21). En el protoevangelio se revela por un lado que este mesías vendría de “la simiente” de la mujer, lo cual indica su componente humano. Pero también la Escritura nos muestra su componente divino, ya que este mesías posee preexistencia desde la eternidad (Miqueas 5:2). Muchos piensan que la revelación de Cristo en el Dios-hombre[7] es algo privativo del Nuevo Testamento, pero ya vemos en el Antiguo que hay una clara revelación de la persona y oficio del mesías, aclarado mayormente por los profetas. El protoevangelio es, por así decirlo, la promesa inicial del pacto de gracia que preanuncia la derrota de Satanás y el pecado. Todo el desarrollo del Antiguo Testamento apunta a este tema central de la persona de Cristo de forma gradual. Y vemos a Dios confirmando dicho pacto para que un día llegue “aquella simiente” esperada. Con Noé el pacto fue de preservación de vida (la humanidad). Con Abraham y los patriarcas vemos la formación del pueblo de donde vendría esta simiente (Israel). Con David, se nos revela que esta simiente vendría de descendencia real y de la tribu de Judá. Y finalmente, con María, es la mujer que da a luz a dicha simiente. De allí la importancia de las genealogías expresadas en Mateo y Lucas. Básicamente el estudio de la genealogías de Jesús (según su humanidad) es ver la mano de Dios preservando una línea de descendientes de la cual vendría “la simiente final”, el mesías.

 III – El que aplasta la cabeza de la serpiente


Habíamos mencionado que en el protoevangelio la alusión al “calcañar” tendría más de una explicación (aparte de “descendencia”). El comentarista Mathew Henry menciona esta aplicación: “El talón de Cristo fue herido cuando sus pies fueron traspasados y clavados en la cruz, y los sufrimientos de Cristo se continúan en los sufrimientos de los santos por su nombre (Col. 1:24)”[8]. [Énfasis añadido]. Nos encontramos ya en un “terreno personal; tratamos aquí ya no con la simiente humana (plural) herida por el pecado, sino con la simiente santa (singular) herida por los pecadores. La Biblia nos habla que Jesús fue entregado “en manos de pecadores” (Mateo 26:45), y que el mismo Satanás conspiró contra Cristo a través de Judas Iscariote (Juan 13:27). Pero a pesar que los pecadores y el mismo Diablo conspiraron contra Jesús, no hicieron otra cosa que confirmar el consejo de Dios planeado de antemano (Hechos 2:23). Dentro de estos pecadores estaban aquellos pecadores por el cuál Jesús estaba dando su vida, es decir, Su iglesia la cual amó y se entregó a sí mismo por ella (Efesios 5:25). El profeta Isaías destaca que Cristo sería “herido por nuestra rebeliones” (Isaías 53:5). Ahora, si bien Jesús murió en la cruz, no sufrió una “herida mortal” sino temporal, ya que resucitó al tercer día. La muerte no pudo retener al Salvador en la tumba, ya que de hecho Él la venció. Como menciona el profeta Oseas: “Oh muerte, yo seré tu muerte; y seré tu destrucción, oh sepulcro (Oseas 13:14). Aquí vemos que Satanás es vencido; Cristo destruyó con su muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, el Diablo (Hebreos 2:14). Este hecho da cumplimiento a la profecía contenida en el protoevangelio acerca de la simiente que provocaría una herida en la cabeza de la serpiente. ¡Y por cierto una herida mortal! La triple victoria de Cristo en la cruz se resume en que venció a Satanás, al pecado, y a la muerte. Él aplastó la cabeza de la serpiente. La buena noticia es que todo aquel que cree en Jesús como su Salvador y se arrepiente de su maldad, es libertado del pecado, del dominio de Satanás y de la muerte. La lucha de Satanás contra la iglesia Una última implicancia nos queda contenida en el protoevangelio, y esta nos lleva al último libro de la Biblia donde se dice: “Entonces el dragón se airó contra la mujer, y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo (Reina Valera SBT)”. La palabra “descendencia” aquí equivale a “simiente”. Si bien la guerra ya está ganada por Cristo en la cruz, su descendencia, la iglesia, tendrá que enfrentar todavía duras batallas. El Diablo es identificado como “el dragón” o “la serpiente antigua” (v.9). El autor Kistmaster relaciona este texto de Apocalipsis como una clara alusión al protoevangelio de Génesis: “El autor (Juan), basado en el Antiguo Testamento, se remonta al comienzo de la historia de la humanidad donde ya aparecen las palabras serpiente y descendencia.[9]” Aquí vemos la lucha de Satánas contra los descendientes de Cristo, su iglesia, que son los que “guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo”. Jesús advirtió a sus discípulos de esta lucha, pero también les dio la tranquilad de que Satanás no prevalecería contra Su iglesia: “sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella.” (Mateo 16:8 RV-SBT). Si bien la Iglesia tiene que confiar en esta promesa de Cristo (que le da seguridad), no obstante no debe ignorar las maquinaciones de Satanás que llevará a cabo contra la simiente del Salvador hasta el último momento de la historia; hasta que Cristo venga por los suyos y Dios ponga fin a todas las cosas mediante su juicio.

 CONCLUSIÓN

Del protoevangelio de Génesis 3:15 hasta el evangelio de Jesucristo, del Nuevo Testamento, hay un hilo conductor que es el “pacto de gracia” que une todas las historias del Antiguo Testamento. Entender el protoevangelio es comenzar los primeros libros de la Biblia con “el pie derecho”, es decir, con una hermenéutica correcta. Dios se iría revelando gradualmente al hombre mediante la reafirmación de este pacto de gracia. Esta es una forma de entender el Antiguo Testamento desde una perspectiva cristocéntrica, y no como una serie de historias desconectadas. El problema de la iglesia evangélica actual es que no mira el Antiguo Testamento a través de los lentes de la teología del pacto. Por eso, muchas de las historias que apuntan a Cristo son interpretadas en un sentido motivacional y los personajes bíblicos tomados como héroes cuyo ejemplo hay que seguir, ¡cuando en realidad es la historia de un solo campeón que aplastaría la cabeza de la serpiente, Jesús! Entender los primeros capítulos del Génesis es la llave para entender el resto de la Biblia. Toda buena teología se construye en la diferenciación e interpretación de los pactos. Al ponernos una lente hermenéutica de teología del pacto nos topamos inexorablemente con la primer promesa del pacto de gracia. Es el primer pilar de muchos otros que se van ir viendo en todo el recorrido del Antiguo Testamento hasta llegar a la gloriosa revelación de Cristo en el Nuevo Testamento. Ese primer pilar que se ve en las primeras páginas de la Biblia es el protoevangelio. ¡Porque Cristo venció, venceremos con él! Y el Dios de paz quebrantará pronto a Satanás debajo de vuestros pies… (Romanos 16:20)

 Por Alejandro Riff 


Bibliografía
 [1] Biblia Reina Valera, revisión del año 1909, revisión ortográfica de la Sociedad Bíblica Trinitaria en 2001.
 [2] Revisión de la Sociedad Bíblica Trinitaria, 2016.
 [3] Robert Charles Sproul, El drama de la redención (Sanford, FL: Ligonier Ministries, 2018), 11.
 [4] Sproul, El drama de la redención,11.
 [5] Roberto Jamieson, A. R. Fausset y David Brown, Comentario exegético y explicativo de la Biblia, tomo 1 (El Paso, TX: Casa Bautista de Publicaciones, 1958), 19.
 [6] John F. Walvoord y Roy B. Zuck, El conocimiento bíblico, un comentario expositivo (Colorado Springs, CO: Scripture Press Publications: 1985), 30.
 [7] Conocido en teología como la “unión hipostática”. [8] Matthew Henry, Comentario Bíblico de Mathew Henry, trad. Francisco Lacueva (Terrasa, España: Editorial Clie, 1999), 26. [9] Simon J. Kistemaster, Exposición del Apocalipsis (Grand Rapids, MI: Baker Book House, 2001), 316.

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